La cronopatía, la enfermedad del tiempo. Cronos—tiempo en griego y Pathos – enfermedad, hace referencia a ese malestar que sufrimos cuando tenemos obsesión por aprovechar al máximo nuestro tiempo. Una preocupación intensa y constante por hacer que nuestros días sean lo más productivos posible. Nos despertamos por la mañana y ya estamos pensando, recordando, imaginando cómo organizar nuestro tiempo y eso empieza en la cama y termina en la cama por la noche. Una obsesión constante por hacer cosas o por lo menos, en estar organizando algo.
Si le preguntamos a alguien y nos dice, estoy aquí sin hacer nada, suena mal y si otro nos dice estoy haciendo esto y lo otro, y voy a tope, está mejor visto. Se valora la mercantilización del tiempo: valoramos de manera positiva todo lo que se relaciona con la velocidad. La capacidad de aprovechar más el tiempo. Sin embargo, “La rapidez que es una virtud engendra un vicio que es la prisa”, frase de Gregorio Marañón que describe este proceso.
¿Cómo puede afectarme la Cronopatía?
A largo plazo solo tiene un resultado: el malestar psicológico y la enfermedad. Nuestro cuerpo no está preparado para este ritmo. Se producen dolencias musculares, digestivos, ansiedad, agobio, incapacidad para disfrutar.
Se convierte en una adicción. Nos obsesionamos con aprovechar el tiempo porque nos hemos hecho dependientes de esa sensación de logro. En esta carrera, nuestro organismo genera mucha adrenalina para ponernos a tope y conseguir más. Nuestro organismo se vuelve adicto a esa adrenalina y no nos permite bajar. Si bajamos ese ritmo parece que nos encontramos mal, estamos de bajón, parece que nos falta algo. Y entonces ¿qué hacemos? HUÍMOS/evitamos esos tiempos de quietud. La mente se pone a buscar nuevas cosas que hacer, aunque no haya nada que hacer, con tal de mantenernos en ese ritmo y conseguir ese nivel de adrenalina. Y de esta manera entramos en un bucle, de que no sabemos salir.
Claves para superar al Cronopatía.
La trampa. No se puede disfrutar con prisa y aparece una incapacidad para disfrutar. Para poder disfrutar hay que parar. No conozco a nadie que se dé prisa para disfrutar de un helado o se ponga una canción a doble velocidad para disfrutarla más. En esa carrera con el tiempo, cada vez hay más gente que lo tiene TODO y no puede disfrutar de nada.
Aprendamos a parar. Hay que parar para cultivar el disfrute, para deleitarse. Frenar para ver, observar, disfrutar. Decía Gloria Fuertes “La gente corre tanto porque no sabe dónde va, el que sabe dónde va, va despacio, para paladear el ir llegando».
Pero… ¿cómo lo hago? ¿Qué ocurre cuando paramos? No se puede parar en seco un tren que va a toda velocidad, necesita un tiempo de frenada. Nosotros debemos empezar por unos pocos minutos e ir enseñando a nuestro cuerpo a vivir a otro ritmo, donde podamos sentir. Necesitamos cuidarnos y cuidar este proceso de ralentización. Entrenarnos e ir aprendiendo a tolerar esas sensaciones del cuerpo, para no caer presas de esa adicción, es básico.
En Patricia Vidorreta Psicóloga te puedo ayudar en este proceso.
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